sábado, 10 de diciembre de 2016

Comer sapos temprano, incrementa tu eficiencia


Al leer esta nota, tendrás una nueva perspectiva de las causas por las cuales se suelen postergar algunas obligaciones.

En la vida, si prestamos atención, abundan los momentos agradables. Esos pequeños lapsos de tiempo en que hacemos algo que nos gusta, quedamos satisfechos o simplemente disfrutamos a pleno el momento. Y digo que abundan, porque esos momentos están ahí, suceden, pero muchas veces estamos tan distraídos con el pasado o el futuro, que los dejamos ir, sin prestarle mayor atención. No debiéramos, es la vida la que estamos dejando escapar.

Pero también hay momentos que no deseamos y dentro de esta clase, se encuentra cumplir con ciertas tareas que detestamos hacer. Las esquivamos, les damos vueltas y más vueltas. Las dejamos para cuando no queda otra alternativa. Por lo general, se llega al punto en que el tiempo apremia y pasa a ser urgente.

La postergación permanente y crónica de actividades, es un trastorno -a no asustarse-, que está siendo cada vez más estudiado, debido a los problemas que ocasiona a quien lo padece. 
Tiene nombre: procrastinación o abulia.

La procrastinación acarrea grandes frustraciones a millones de personas en el mundo, que no saben bien qué les pasa y cuál es el origen de su dificultad en ejecutar algunas actividades.
Esto, para un profesional que debe cumplir con plazos de tiempo y respetar fechas límites, puede ser devastador, ya que está condenado a una vida de sufrimientos, tormentos y a no poder realizar a tiempo, aquello que se propone.

Veamos cómo funciona

La procrastinación o abulia, es un fenómeno que ocurre en la mente del afectado, quien ha creado un hábito, un patrón de pensamientos y comportamientos, cada vez que recibe determinados estímulos.

El cerebro, es el órgano del cuerpo que más energía consume -alrededor del 20% del total- y está programado para ahorrar energía tanto como pueda. La resolución de problemas, está dentro de las tareas que más “capacidad de proceso” consumen; por ejemplo la liquidación de algún impuesto complejo, el estudio de una nueva normativa, etc.

De manera automática, nuestro cerebro, busca la forma de cambiar el foco de atención hacia pensamientos que consuman menos o le brinden una recompensa placentera, por ejemplo visitando redes sociales, chequeando el celular, contestando un correo o yendo a hacer algo que es “impostergable”. Es fantástica la capacidad de nuestro cerebro para darnos muy buenas razones para no hacer algo.

Todo comienza con un estímulo negativo, por ejemplo recordar que hay que hacer una declaración jurada, inmediatamente se activan una serie de centros del dolor -sí, se activan las mismas áreas del cerebro que cuando nos duele algo- y, de manera automática, se generan vías de escape a esa actividad. Así, pasamos a prestar atención a alguna otra cosa, mucho más fácil de hacer, que logra desactivar los centros de dolor y brinda un alivio inmediato, aunque efímero.

Este ciclo, genera una adicción. El cerebro se acostumbra a aliviar su padecer de esa manera, desconectando con lo que le provoca pesar y conecta con aquello que le permite evadirse.
El proceso, con el tiempo, se convierte en un hábito, en un patrón de comportamiento muy arraigado e invisible, ya que ocurre sin que nos demos cuenta.

La cura

Debe tenerse en cuenta que años de un determinado hábito, no pueden cambiarse de la noche a la mañana. Requiere de esfuerzo y perseverancia para deshacer el patrón de conducta.

A tener en cuenta:

- Lo primero es identificar el problema. Estar mentalmente alertas para cuando recibimos el estímulo que genera el malestar. A partir de ahí, sabemos que el cerebro intentará desviarnos de nuestro cometido, para aliviar su padecer.

- Comerse los sapos temprano. Esta estrategia consiste en hacer las tareas que representan mayor dificultad a la mañana, lo más temprano que se pueda. De esta forma, lo atacamos cuando más energía tenemos y eliminamos de la lista de pendientes, eso que duele y nos taladra el pensamiento durante toda la jornada.

- Dividir para vencer. Quizás sea abrumadora la tarea que tenemos por delante. Descomponerla en otras más pequeñas y manejables puede ayudar considerablemente a que tengamos otra perspectiva de la misma. Cada una de esas pequeñas tareas, puede ser un mini objetivo a ser cumplido, sin que nos demande mayor esfuerzo.

- Concentrarse en el proceso, no en el producto. Esto está relacionado con el punto anterior. Posiblemente buscar completar una tarea, sea algo enorme, por ejemplo resolver el balance de una S.A. En lugar de eso, podemos concentrarnos en dedicar una cierta cantidad de tiempo a la contabilidad de esa S.A., sin proponernos explícitamente terminar el balance. Esto nos saca una considerable presión. Independientemente de cuánto se avance, sabrás que tenés que dedicarle cierta cantidad de horas a la contabilidad.

- Empezar con tiempo. Para poder completar una tarea, concentrándonos en el proceso en lugar del resultado, es necesario comenzar con la suficiente antelación, ya que ignoramos cuánto podremos avanzar por sesión y las dificultades que encontraremos. Entonces, lo vuelvo a resaltar: concentrarse en tiempos de ejecución, en el proceso mismo, no en el resultado a obtener.

- Darse recompensas. Una vez se ha finalizado un ciclo de tiempo de trabajo -proceso- o cuando se logró un objetivo, es el momento de darse una satisfacción -jamás antes de lograrlo.
Estas recompensas tienen que ser proporcionales al esfuerzo que ha sido necesario aplicar. Por ejemplo luego de una sesión de 40 minutos ininterrumpidos de trabajo concentrado, se puede obtener de recompensa una breve visita a redes sociales o salir al balcón y despejar 5 minutos. En cambio, luego de concluir un balance la recompensa podría ser ir al cine o regalarse algo.
 Así crearemos el hábito a nuestro cerebro, que el placer vendrá luego de haberse esforzado y cumplido una consigna. Lo que estás haciendo es reescribir tus patrones neurales, creando nuevos hábitos, más beneficiosos para tu vida.

Nuestra memoria de trabajo, que es esa memoria de corto plazo que utilizamos a diario para realizar las actividades cotidianas, es muy limitada. Solo puede ocuparse entre 4 y 6 cosas a la vez; la permanencia de tareas pendientes en segundo plano en nuestra mente, ocupa valiosos recursos mentales y se lleva mucho de esa memoria de trabajo que tanto necesitamos. Adicionalmente, nos impide disfrutar del día, cada vez que recordamos que tenemos algo desagradable postergado, esperándonos.

Todos tenemos distintos grados de abulia, ya que las funciones cerebrales son similares en todos los seres humanos. La diferencia está en cómo hemos aprendido a lidiar con aquello que nos causa displacer. Algunos se han habituado a enfrentar los retos, otros a evadirlos.

Luchar y derrotar a la procrastinación es posible y te abrirá un nuevo mundo. Liberará tu mente para desarrollar nuevas actividades, incrementará tus ratios de cumplimiento y te permitirá vivir más feliz, al sentir por primera vez que estás en control, anticipándote a las más diversas situaciones, en lugar de ser las situaciones las que te persigan para que las resuelvas.
¿Conocías la procrastinación?

Seguimos la conversación en nuestro grupo en facebook Marcas Contables.
Me despido hasta la próxima nota. Saludos y que pasen una excelente jornada.•
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