Nuestra colega María Beatriz Abrach, de la ciudad de Rosario, nos cuenta cómo ha sido su vida profesional, una vez egresada de la universidad, cómo afrontó sus desafíos, sus dudas y sus logros.
Una nota para no perderse en este fin de semana. No se la pierdan!
Cuando
finalmente terminé la facultad, ya estaba trabajando. En una linda empresa, con
muy buen ambiente (de ahí me llevé a mi marido) y en lo que más me gusta de las
competencias profesionales: la consultoría orientada a sistemas. Lejos de los
impuestos y la auditoría, que veían como única salida / salvación profesional
la mayoría de mis compañeros.
Feliz
de ser el “bicho raro” de la profesión, que hablaba de igual a igual con
programadores, ingenieros y usuarios de cualquier área de la empresa.
Aprendiendo a escuchar para entender problemas y necesidades y convencida de
que nunca jamás iba a trabajar de contadora clásica.
Diez
años después, un parto y una mudanza de ciudad, que me traía de vuelta a mi
ciudad de origen, me pusieron frente a un horizonte lleno de horas libres que
no quería ocupar sólo con tareas domésticas…
Sabía
que la consultoría en general, la orientada a sistemas en particular tiene una
exigencia de horas de trabajo superior a la que yo disponía, porque quería ser
madre presente para mi hija. Y dedicarle todo el tiempo que necesitara. Pero
necesitaba trabajo intelectual y no quería resignar mi carrera… Por otro lado,
llevaba ausente 5 años de mi ciudad.
¿Por dónde empezar la búsqueda? ¿Para hacer qué?
Empecé
por las redes de búsqueda de empleo y las redes sociales profesionales.
Cambiando la dirección, me volví a ubicar dónde realmente estaba. Hice lo mismo
en el mundo real: llamadas y/o visitas a mis compañeros de cátedra anteriores a
la mudanza, contadores amigos, ex profesores con buena relación, amigos de la
vida. Eso que dicen los consultores laborales del mantenimiento y uso de la red
de contactos…
Fueron
cuatro o cinco meses de algunas entrevistas para volver a la relación de
dependencia full time y a cumplir horarios y de muchas reuniones con amigos y
conocidos, que no se sabía a dónde llevaban. Y mi paciencia para las tareas
domésticas y estar encerrada con una bebé de pocos meses iba en descenso
abrupto.
Finalmente,
a una semana de empezar las clases, un
ex profesor me ofrece un par de horas, para dar una materia en una universidad
privada (no era MI materia, pero era algo). Acepté sin dudarlo y me puse a
repasar los contenidos.
Volviendo
de la entrevista con la profesora encargada de esa cátedra, me cruzo con una
amiga de la secundaria que necesitaba un contador urgente que la ayude con el
estudio del suegro recientemente fallecido. Se acercaban los vencimientos de
ganancias persona física y ella sola no se animaba. Le di vueltas varias noches
al tema. Por un lado, jamás, pero jamás en la vida me iba a dedicar a impuestos;
por otro, era la posibilidad de trabajar desde casa, con mi hija durmiendo al
lado.
Otra
vez, acepté. Y me puse a estudiar contra reloj la ley de ganancias. Presenté mi
primer declaración jurada el día de mi cumpleaños y temblando. Revisé 5 veces
el dígito verificador antes de presentarla. La cobré lo que decía el consejo de
mi provincia menos el 40% de descuento y con miedo (fue la última vez que
apliqué ese descuento). No dormí una semana después, pensando que pude haber
hecho algo mal.
De
mis años de consultoría tenía la práctica de hablar con la gente y entender sus
necesidades. De los años de docencia, la habilidad de llegar al “público” con
mis explicaciones. De a poco, tuve que aprender a amigarme con los impuestos. Y
a explicar con la misma claridad tanto lo que tienen que hacer, como cuál es mi
trabajo y por qué tiene que pagar por eso. Y a perderle el miedo a la
posibilidad de cometer un error y a fijar honorarios…
Hace
un par de años, antes que naciera mi segunda hija, hice realidad con dos de mis
hermanos, un viejo “chiste” familiar, surgido cuando los cuatro decidimos
estudiar carreras distintas pero complementarias, abriendo un estudio jurídico
contable (con un espacio físico propio), y agregando servicios relacionados con
comunicaciones institucionales y marketing digital.
Quince
años después de recibirme, aprendí a convivir con los impuestos y el rol
clásico del contador, porque me permiten una flexibilidad que no quiero perder
en esta etapa de mi vida. Pero, de a poco, estoy abriendo caminos para volver a
escaparme…
María Beatriz Abrach titular de Abrach & Asociados
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